La incursión de los jejenes no es nueva y trae como consecuencia una enfermedad viral trasmitida por un tipo de insecto conocida como Oropouche. Es muy riesgosa para las embarazadas y puede ser fatal.
En los últimos años, el mundo ha sido testigo de la emergencia y reemergencia de diversas enfermedades que han mantenido a la población en un estado de alerta constante. Desde la viruela del mono hasta el Covid-19, estas amenazas sanitarias han obligado a las autoridades y a la comunidad médica a redoblar esfuerzos en la vigilancia y el control de brotes. En este escenario, surge una nueva preocupación: la Fiebre del Oropouche, una zoonosis transmitida por los jejenes, que ha comenzado a cobrar víctimas fatales y representa un riesgo significativo, especialmente para las mujeres embarazadas.La Fiebre del Oropouche: Una Vieja Conocida que Resurge
La Fiebre del Oropouche no es una enfermedad nueva. Identificada por primera vez en 1955 en Trinidad y Tobago, esta enfermedad viral fue aislada a partir de trabajadores rurales en la región de Vega del Oropouche. Desde entonces, se han registrado brotes esporádicos en varios países de América Latina, incluyendo Brasil, Perú, Colombia, y Argentina, entre otros. Sin embargo, hasta hace poco, estos brotes habían sido limitados y no se habían reportado consecuencias sanitarias significativas ni víctimas fatales.
La situación ha cambiado drásticamente en los últimos años. Un estudio reciente estimó que entre 2 y 5 millones de personas en la región podrían estar en riesgo de exposición a la Fiebre del Oropouche, lo que ha llevado a la Organización Panamericana de la Salud (OPS) a declarar una alerta epidemiológica en 2024. Este aumento en la preocupación se debe en gran medida a la expansión del vector responsable de la transmisión: los jejenes.
Jejenes: Los Pequeños Vectores con un Gran Impacto
Los jejenes, específicamente del género Culicoides, son pequeños insectos que han ganado notoriedad debido a su capacidad para transmitir la Fiebre del Oropouche. Estos diminutos mosquitos, que suelen pasar desapercibidos por su tamaño, se encuentran en diversas regiones de América Latina, con una alta prevalencia en áreas de Argentina como Misiones, Corrientes, Salta, Jujuy, Tucumán, Mendoza y Córdoba.
El cambio climático ha jugado un papel crucial en la expansión geográfica de los jejenes. El aumento de las temperaturas y los inviernos más suaves han permitido que estos insectos proliferen en nuevas áreas, aumentando así el riesgo de brotes de Fiebre del Oropouche en regiones donde antes no se había reportado la presencia de estos vectores.
“Este factor se suma a la propia capacidad del vector para colonizar nuevos territorios”, explica la doctora Mahia Ayala, especialista en enfermedades infecciosas. “Ya hemos visto ejemplos como el caso del mosquito Aedes aegypti, que se ha ido beneficiando de los inviernos más temperados y adaptándose gradualmente a climas más fríos hasta cubrir prácticamente todo el territorio argentino.”
La Subdiagnosticación: Un Reto para la Detección y el Tratamiento
Uno de los principales desafíos en la lucha contra la Fiebre del Oropouche es la falta de síntomas característicos, lo que la convierte en una enfermedad subdiagnosticada. Los pacientes infectados suelen presentar síntomas similares a los de otras enfermedades virales, como fiebre, dolor de cabeza, y malestar general, lo que dificulta el diagnóstico temprano y preciso.
Esta situación es particularmente preocupante en zonas rurales y en comunidades con acceso limitado a servicios de salud, donde la falta de diagnóstico adecuado puede llevar a la propagación silenciosa de la enfermedad. Además, el riesgo para las mujeres embarazadas es especialmente alto, ya que la infección durante el embarazo podría tener consecuencias graves tanto para la madre como para el feto.
Respuestas y Medidas Preventivas
Frente a esta nueva amenaza, las autoridades sanitarias han comenzado a implementar medidas para controlar la población de jejenes y reducir el riesgo de transmisión de la Fiebre del Oropouche. Sin embargo, la prevención efectiva requiere un enfoque integral que incluya la vigilancia epidemiológica, la educación comunitaria, y la investigación para el desarrollo de tratamientos y vacunas.
“La educación es clave para prevenir la propagación de esta enfermedad”, señala la doctora Ayala. “Las comunidades deben ser conscientes de la importancia de protegerse de las picaduras de jejenes, especialmente en áreas donde se ha identificado la presencia del vector.”
Además, la investigación continúa siendo esencial para comprender mejor la dinámica de la transmisión de la Fiebre del Oropouche y desarrollar estrategias efectivas para su control. Si bien hasta ahora no existe una vacuna disponible para esta enfermedad, los esfuerzos en esta dirección podrían ser cruciales para prevenir futuros brotes.
La Fiebre del Oropouche representa una amenaza emergente que no debe subestimarse. La expansión de los jejenes y la falta de síntomas específicos complican su detección y control, lo que hace imperativo que se tomen medidas preventivas adecuadas. A medida que el cambio climático continúa afectando la distribución de los vectores, es probable que veamos un aumento en los brotes de esta y otras enfermedades zoonóticas. Por lo tanto, la vigilancia constante, la educación pública y la investigación científica serán fundamentales para proteger la salud de las poblaciones vulnerables en América Latina.