En apenas 18 meses, cerca de 14.000 locales panaderías de barrio sus persianas en todo el país, golpeados por la recesión, la caída del consumo y el aumento de los costos de producción.
Según datos de la Cámara de Industriales Panaderos (CIPAN), solo en la provincia de Buenos Aires cerraron unos 620 establecimientos desde la asunción de Javier Milei. En total, más de 1700 panaderías desaparecieron en el territorio bonaerense, lo que representa un tercio del total de cierres en la Argentina.
El consumo de pan cayó un 50%
El panorama que describen los referentes del sector es alarmante. Martín Pinto, presidente del Centro de Panaderos de Merlo y uno de los voceros de CIPAN, aseguró que las panaderías trabajan “muy por debajo de su capacidad instalada”.
“El consumo de pan, un alimento básico y de primera necesidad en la mesa de las familias argentinas, cayó un 50% en el último año y medio”, detalló Pinto. Esto significa que desde diciembre de 2023, cuando Milei llegó al poder, los argentinos redujeron a la mitad la compra de pan.
La producción también refleja esta caída: hoy se fabrica la mitad de lo que se producía en 2023, mientras que la capacidad operativa ronda apenas el 60%.
Facturas: una tradición que se desvanece
El derrumbe es aún más grave en el caso de las facturas, ícono de la mesa dulce argentina. Según Pinto, “se venden un 85% menos. Ni siquiera se venden las del día anterior con un 50% de descuento”.
La postal en los mostradores cambió radicalmente: donde antes había variedad de panes, medialunas, vigilantes y sándwiches de miga, ahora predominan la austeridad y la producción por encargo. Muchas panaderías redujeron su oferta a dos o tres artículos básicos y apagaron las heladeras para ahorrar energía.
A la pérdida del poder adquisitivo se suma el aumento constante de precios. Hoy el kilo de pan supera los $3000 en promedio, mientras que la docena de facturas arranca en los $9000, con la perspectiva de nuevos aumentos en los próximos meses.
Los costos de producción se dispararon en los últimos dos años, con incrementos de hasta el 2000%. Harina, levadura, energía y alquileres son solo algunos de los rubros que presionan sobre el precio final, dejando a las panaderías en una encerrona: vender más barato significa trabajar a pérdida; vender más caro implica perder clientes.
Un sector que refleja la recesión
La crisis de las panaderías no es un fenómeno aislado, sino que se enmarca en un contexto económico complejo. Según la consultora Orlando Ferreres & Asociados, en julio la economía argentina registró una caída del 1% mensual, la segunda más fuerte en 16 meses.
Aunque en la comparación interanual se verificó un leve crecimiento del 3,6%, se trata del incremento más bajo desde noviembre de 2024. Para Pinto y otros referentes del sector, esto confirma que la reactivación todavía está lejos y que la crisis de las panaderías es el espejo de un consumo popular en retroceso.
Panaderías: símbolo de barrio en riesgo
Con más de tres décadas en el rubro, Pinto resume el panorama: “Hoy trabajamos con la mitad de la capacidad, apagamos equipos para ahorrar energía y producimos lo justo”.
Las panaderías de barrio, históricamente refugio de encuentros, sabores y tradiciones, enfrentan un escenario incierto. La caída del consumo, los altos precios y la recesión ponen en riesgo la continuidad de un sector que es parte de la identidad cultural argentina.
El futuro de las panaderías dependerá de la recuperación económica, pero también de políticas que alivien la presión sobre las pymes. Mientras tanto, miles de panaderos intentan sostener con esfuerzo un oficio que alimenta, literalmente, a la mesa de todos los días.