La campaña 2024/25 será recordada como una de las más duras para los productores de papas en Argentina que enfrentan sobreoferta, precios en caída y riesgo de importaciones.
Lo que comenzó con expectativas alentadoras tras un 2024 positivo, terminó en un escenario de sobreoferta, precios en picada y una rentabilidad que quedó muy por debajo de los costos productivos.
El sudeste bonaerense, epicentro de la papa argentina con Balcarce y Mar del Plata como polos principales, fue uno de los más afectados. Allí, el aumento de la superficie sembrada, un clima favorable y la falta de exportaciones concretas generaron un mercado interno saturado. “Lo que falló es que hubo más superficie y un clima favorable que aumentó la producción, pero la industria no pudo concretar las exportaciones esperadas”, explicó el productor Sergio Costantino.
Una sobreproducción que el consumo interno no absorbe
Argentina produce entre 2,8 y 2,9 millones de toneladas de papa al año, con cerca de 80.000 hectáreas sembradas. Más del 85 % de esa producción queda en el mercado interno, tanto en fresco como en productos industrializados. El consumo per cápita anual ronda los 52 kilos, de los cuales apenas 11 corresponden a papas procesadas, como las prefritas congeladas.
“Cuando los precios bajan, la gente consume un poco más, pero uno no puede comer el doble de papa. Pasamos de 40 o 50 kilos por habitante a un poco más, pero nunca a 100”, señaló Costantino, en referencia a los límites del mercado interno para absorber la sobreoferta.
El problema no se limita a Buenos Aires: provincias como Córdoba, Tucumán, Mendoza y Río Negro también aportan papa fresca durante todo el año, lo que incrementa la presión sobre los mayoristas y termina derrumbando los precios.
Precios en rojo y productores endeudados
El desbalance entre oferta y demanda golpeó con fuerza la rentabilidad. Con costos de producción que superan los USD 7.000 por hectárea, los precios mayoristas apenas cubren entre un 20 % y un 40 % de esa inversión. “Hoy trabajar con papa es perder plata. Sembramos con créditos, con costos dolarizados, y vendemos en pesos a precios de hace cinco años”, lamentó un productor del norte bonaerense.
A este panorama crítico se sumaron factores climáticos adversos en zonas como Córdoba, Tucumán, Villa Dolores y parte de Buenos Aires. Heladas intensas y lluvias desparejas redujeron rendimientos, agravando una campaña que ya estaba marcada por la crisis comercial.
La industria, una salida en construcción
En medio de la tormenta, el sector industrial aparece como una alternativa de alivio. Multinacionales como McCain y Lamb Weston avanzan con millonarias inversiones en Balcarce y Mar del Plata para ampliar la capacidad de procesamiento y exportar papas prefritas congeladas a Brasil, Uruguay y otros países del Mercosur.
“Bienvenida la industria. Tenemos que fortalecer ese sector porque es una alternativa muy importante para el productor papero”, sostuvo Costantino, quien además destacó que Argentina es referente regional en papas congeladas.
Con una inversión de USD 100 millones, McCain busca expandir su planta en Balcarce, mientras que Lamb Weston inaugurará una fábrica de última generación con un desembolso inicial de USD 320 millones. Ambas empresas apuntan a consolidar un polo exportador en el Cono Sur, reduciendo la dependencia del mercado interno y blindándose frente a la competencia extranjera.
La amenaza de las papas chinas
El temor más reciente en el sector es la posible llegada de papas congeladas desde China, lo que pondría en jaque a la industria local. Aunque aún no ingresaron formalmente a la Argentina, en Chile ya ocupan lugar en las góndolas, generando una fuerte preocupación entre los productores nacionales.
Un futuro incierto para los paperos
Con miles de productores endeudados, precios deprimidos y costos dolarizados, el entramado papero atraviesa una crisis estructural. La fortaleza de la industria procesadora y el acceso a mercados externos aparecen como los únicos caminos para recuperar la rentabilidad perdida.
Mientras tanto, los productores reclaman medidas que garanticen competitividad, un dólar más favorable para la exportación y políticas que eviten la importación desmedida de papas congeladas que podrían agravar la ya delicada situación del sector.