Alejandro Gwerder ha perdido el estado clerical por decisión del Dicasterio para el Clero, tras un proceso por delitos contra la obediencia, la comunión y las obligaciones inherentes al ministerio sacerdotal.
El Arzobispado de Mercedes-Luján confirmó que el presbítero Alejandro Rodolfo Gwerder, incardinado en esa jurisdicción eclesiástica, perdió el estado clerical por decisión del Dicasterio para el Clero, tras un proceso por delitos contra la obediencia, la comunión y las obligaciones inherentes al ministerio sacerdotal.Con esa sanción, Gwerder queda inhabilitado para ejercer el sacerdocio, predicar y desempeñar cualquier otra tarea eclesiástica.
La decisión fue comunicada a través del protocolo oficial 004/25, emitido este jueves 16 de enero.
El Arzobispado expresó un mensaje de esperanza y oración por el sacerdote sancionado, invocando al Señor y a la Virgen para que lo acompañen en este “tiempo importante” de su vida.
La medida se enmarca en las normativas del Derecho Canónico que regulan la conducta de los miembros del clero y subrayan el compromiso de la Iglesia con la disciplina y la transparencia.
Que es la pérdida del estado clerical
Es una sanción o medida canónica dentro del Derecho de la Iglesia Católica por la cual un clérigo (sacerdote o diácono) deja de estar reconocido oficialmente como miembro del clero. Esto implica la pérdida de los derechos y deberes inherentes al estado clerical y, en la mayoría de los casos, la prohibición de ejercer el ministerio sacerdotal de manera pública.
Causas de la pérdida del estado clerical
El Código de Derecho Canónico (CIC) establece que la pérdida del estado clerical puede darse por tres vías principales:
- Sentencia judicial o decreto administrativo
- Ocurre cuando la Santa Sede impone esta medida como una sanción penal a un clérigo culpable de delitos graves, como abusos sexuales, herejía o desobediencia extrema a la autoridad eclesiástica.
- Se menciona en el canon 290 del CIC.
- Dispensa concedida por la Santa Sede
- Un sacerdote puede solicitar la dispensa del estado clerical por razones personales, como una crisis vocacional o el deseo de casarse.
- La Santa Sede analiza cada caso y, si la concede, generalmente impone restricciones sobre el ejercicio del ministerio sacerdotal.
- Nulidad de la ordenación
- Si se descubre que la ordenación fue inválida debido a un defecto grave en la intención, forma o materia del sacramento, el clérigo nunca fue realmente sacerdote, por lo que pierde automáticamente el estado clerical.
Consecuencias de la pérdida del estado clerical
- Cese de funciones sacerdotales: No puede celebrar Misa, administrar sacramentos ni ejercer ningún ministerio público.
- Pérdida de derechos y obligaciones: Pierde la obligación del celibato (si ha recibido dispensa), ya no depende del obispo o superior eclesiástico y deja de recibir sustento de la Iglesia.
- Reincorporación al estado laical: En términos eclesiásticos, vuelve a ser considerado un laico, aunque el sacramento del Orden Sacerdotal imprime un “carácter indeleble”, por lo que, en caso extremo, podría administrar ciertos sacramentos en peligro de muerte.
El descargo de Alejandro Gwerder
Buenos Aires, 16 de enero de 2025**
Alabado sea el Corazón Eucarístico de Jesús
A quienes me conocen de siempre o, al menos,
a lo largo de los veintiocho años de ministerio sacerdotal:
Cuando se despertó en mí el anhelo por consagrarme a Dios, deseé vivamente unirme a todos aquellos que a lo largo de la historia entregaron sus vidas para expandir el Reino de Dios, conquistando las almas para Cristo y su Iglesia.
Fueron fuente de inspiración para mí las palabras del Señor, Quien tan claramente enseña que Él es el Camino, la Verdad y la Vida, y que nadie va al Padre sino por Él; que envía a sus apóstoles para que vayan por todo el mundo y enseñen a todos a cumplir lo que Él les ha mandado; que Él quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad; que tan claramente advierte que frente a sus enseñanzas el que crea y se bautice se salvará, y el que no crea se condenará; que dejó sobre Pedro edificada su Iglesia, para que todo hombre a lo largo de los siglos pudiera conocer la verdad que salva, (ya que esa Iglesia tiene la misión de transmitir lo recibido tal cual su Fundador lo estableció, sin agregar ni quitar ni cambiar nada); todo esto sumado a la consideración de la trágica realidad del hombre, que por falta de luz se pierde para siempre; por esto, y por mucho más, creció en mí el deseo de servir a ese Señor que salva por medio de la Única verdadera Iglesia, depositaria de la Verdad.
Quise seguir el ejemplo de amor de Nuestro Señor, que por nuestra salvación entregó su vida como sacrificio redentor.
Quise entregar también mi vida, para prolongar de alguna manera su deseo de mover los corazones a la conversión, al arrepentimiento de sus pecados y a la adhesión a todo lo enseñado por Él y por la Iglesia, su Esposa amada.
Entendí que amar de verdad significa desear y hacer el bien al prójimo. Y que, en el caso de la misión de un consagrado, ese bien consiste en llevarlo a la verdad.
Comprendí claramente, y enseñé siempre, que las enseñanzas del Señor y de su Iglesia a través de los siglos son inmutables; que nadie tiene el derecho de cambiar nada de lo definido y enseñado. Por eso mi intento siempre fue dar a conocer la Verdad que salva, tal cual ha sido transmitida y tal cual la recibí, viendo en esto algo propio del ministerio sacerdotal.
No quiero -ni nunca quise-, ni puedo, enseñar explícitamente algo que no sea lo que la Iglesia siempre ha enseñado. Tampoco quiero ahora, ni siquiera implícitamente, dar a entender a los fieles que lo que se propone hoy en día como nueva corriente eclesial sea algo bueno o verdadero. No lo es. Personalmente siempre quise y sigo queriendo (por gracia de Dios) no dejar de pensar, rezar, y actuar en y según la Iglesia, ni tampoco quiero alejarme, en la doctrina o en la práctica, de la Fe guardada y transmitida por la Iglesia.
Tengo plena certeza de que solamente la verdad asegura la unión con la Cabeza invisible de la Iglesia, que es Cristo.
Además, es importante recordar que la caridad tiene por fundamento una fe íntegra y sincera. Y que la unidad de la fe es el vínculo principal que une a los discípulos de Cristo. No puede exigirse unidad de comunión y/o de gobierno haciendo abstracción de la unidad de fe. El Magisterio instituido por Jesucristo es un magisterio viviente, y también un magisterio perpetuo que no puede contradecirse a sí mismo sin contradecir lo que la Iglesia recibió de los Apóstoles; los Apóstoles de Cristo, y Cristo de Dios.
Desde hace años padezco el malestar fruto de verme agredido en la Fe. A esta altura de mi vida y de mi ministerio me veo obligado en conciencia a resistir todo aquello que contradice la orientación que Cristo dio y sigue dando y que nadie tiene derecho a cambiar.
Entiendo que mi objeción de conciencia parece lacerar la unidad visible de la Iglesia. Pero no puedo actuar de otro modo. Me conforta la teología católica, en personas como San Agustín, San Cipriano, San Gregorio, Santo Tomás de Aquino, y otros autores y santos que enseñan que el peligro para la fe y el escándalo público en materia doctrinal, hacen lícito y justo resistir.
En materia de fe, quien pone en duda o niega una sola verdad revelada o afín a la Revelación, pone en duda o niega toda la revelación.
La misión del ministro de Dios es procurar que los fieles sigan a Cristo, no a la persona del ministro. Es mi deseo que todos conozcamos al Pastor verdadero, y lo sigamos sin desviarnos ni a derecha ni a izquierda. Y que nuestra resistencia a ciertas voces no sea entendida como realizada por gusto de rebelión o desobediencia, sino porque deseamos ser ovejas del Buen Pastor, las cuales no siguen a un extraño, sino que le huyen, porque no conocen la voz de los extraños.
Si alguien juzgase mi actitud como motivo de escándalo, lo cual en absoluto es mi intención, adopto para mí una frase de San Gregorio Magno: «Más vale dar escándalo que traicionar la verdad». Es preferible lo primero, que engañar a los que ven que el error y la mentira parecen ser aprobados.
Los encomiendo al Señor, y especialmente pido el cobijo del manto de Nuestra Madre Dolorosa sobre todos nosotros. También les pido que no dejen de encomendarnos. Y no dejemos de ofrecer todas nuestras cruces y aflicciones en reparación al Sagrado Corazón de Jesús, ultrajado hoy por todas partes.
Gracias a todos por la generosidad demostrada siempre hacia el Señor de todos, y también hacia mí.
Todo sea para la mayor gloria de Dios.
Casos célebres y actuales
En los últimos años, el Papa Francisco ha impuesto la pérdida del estado clerical a varios sacerdotes y obispos por casos de abuso sexual, mostrando una postura más firme contra este tipo de crímenes en la Iglesia.