Un hecho de violencia conmocionó a los vecinos de General Rodríguez durante la madrugada del martes 6 de mayo, cuando un colectivo de la línea 57 —perteneciente al grupo DOTA— fue atacado a piedrazos mientras circulaba por el Acceso Oeste.
El vehículo no había adherido al paro de colectivos convocado por la Unión Tranviarios Automotor (UTA), lo que refuerza las sospechas de que el ataque esté vinculado a la medida de fuerza gremial.
El ataque ocurrió en la zona de la subida de Guido, un punto clave en el trazado vial de la ciudad, cuando una piedra impactó contra una de las ventanillas laterales del colectivo. El vidrio estalló, provocando un momento de extrema tensión entre los pasajeros, aunque por fortuna no se reportaron heridos. Las imágenes del incidente se difundieron rápidamente en redes sociales, generando preocupación entre los usuarios habituales del transporte público.
Un paro que afecta a miles de usuarios
Desde la medianoche del martes, más de 300 líneas de colectivo en todo el país suspendieron sus servicios debido a un paro convocado por la UTA, tras el fracaso de las negociaciones salariales con las cámaras empresarias. El gremio exige un sueldo inicial de $1.700.000, pero la propuesta empresarial —un aumento del 6% en cinco meses— fue considerada insuficiente. En el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), el paro paralizó gran parte del sistema de transporte, dejando a miles de pasajeros sin alternativas para movilizarse.
Sin embargo, no todas las empresas acataron la medida. El grupo DOTA, uno de los principales operadores del transporte público del país, decidió mantener en funcionamiento más de 40 líneas, entre ellas la 57, que conecta Pilar con Palermo. “Nosotros no paramos”, declaró Marcelo Pasciuto, director de la firma, quien pidió garantías de seguridad para sus trabajadores y unidades.
¿Violencia organizada o hecho aislado?
La justicia investiga si el ataque al colectivo de la línea 57 forma parte de un intento de intimidación hacia las empresas que no se sumaron al paro, o si se trató de un hecho delictivo sin relación con la huelga. La Policía bonaerense ya trabaja en la zona analizando cámaras de seguridad y tomando testimonios de los pasajeros y el chofer.
Desde el Gobierno nacional, se ha acusado al gremio de realizar una protesta “extorsiva” y de “tomar de rehenes a los pasajeros”, profundizando la tensión en una jornada marcada por la incertidumbre. A pesar de los esfuerzos por llegar a un acuerdo en una reunión virtual entre las partes el lunes por la noche, el conflicto sigue sin resolución.
General Rodríguez: una ciudad con historia y tensiones modernas
El incidente ocurrido en General Rodríguez no puede analizarse en aislamiento. Este distrito del oeste bonaerense tiene una historia marcada por su crecimiento explosivo, el avance del transporte y sus tensiones sociales. Fundada formalmente en 1878 y elevada a partido en 1889, General Rodríguez fue durante décadas una localidad agrícola-ganadera, atravesada por el ramal ferroviario del Ferrocarril Oeste, y por el avance de la traza de la actual Autopista del Oeste.
La llegada de industrias, la expansión de barrios cerrados y el aumento de la población convirtieron al distrito en una zona clave del conurbano bonaerense. Sin embargo, el desarrollo no siempre vino acompañado de infraestructura suficiente, y los conflictos sociales, laborales y de seguridad son parte del día a día.
El transporte público —y en particular el colectivo— cumple un rol esencial en la vida cotidiana de los vecinos. La línea 57, por ejemplo, es una de las principales arterias que conecta a los trabajadores con la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, siendo utilizada diariamente por cientos de personas que dependen de su servicio para acceder a sus empleos, estudios o atención médica.
El colectivo, un símbolo de resistencia y necesidad
En este contexto, el colectivo no es solo un medio de transporte: es un símbolo de resistencia, de movilidad social y también de disputa. La decisión del grupo DOTA de mantener sus servicios pese al paro pone en evidencia las distintas visiones dentro del sistema de transporte. Mientras algunos consideran vital mantener la circulación de unidades, otros entienden que detener los motores es una forma legítima de visibilizar reclamos laborales.
Pero cuando los reclamos se convierten en actos de violencia, la línea que separa el derecho a la protesta de la agresión se vuelve peligrosa. El ataque al colectivo de la línea 57 en General Rodríguez es una muestra de ello, y exige una respuesta inmediata tanto del Estado como del sector gremial y empresarial.
El incidente de General Rodríguez refleja las tensiones profundas que atraviesan al transporte público en Argentina. El colectivo, como eje central del conflicto, representa mucho más que un vehículo: es el corazón de una red de necesidades, derechos y obligaciones que impactan directamente en la vida diaria de millones de argentinos. A medida que avance la jornada, la pregunta sigue siendo si prevalecerá el diálogo o si nuevos hechos de violencia volverán a empañar la ya frágil paz social.