La ignorancia, o miedo, a decir la verdad por parte de periodistas y políticos sobre el 24 de marzo de 1976, es representativo de la decadencia moral en que está sumida la sociedad argentina desde la recuperación de la democracia en 1983.
Por Mauricio Ortin*
En un tema tan trillado como el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, no hay lugar para la ingenuidad. Información sobre el hecho hay para hacer dulce.Por ejemplo, es absolutamente falso que la represión a los subversivos comenzó ese día. La trampa justamente consiste en asociar al gobierno militar con los crímenes de lesa humanidad y al gobierno peronista con la ausencia de represión.
Fue Juan Perón el que creó la Triple A y también el que, públicamente, dijo que los iba a exterminar. Fue Perón el que le dio carta blanca y puso al frente de la Policía Federal al (jefe de la represión del gobierno militar de Lanusse) comisario Alberto Villar. Fue su viuda y presidente, la que ordenó a las Fuerzas Armadas “aniquilar” la subversión.
El 24 de marzo de 1976, hubo un cambio de gobierno, no de la política represiva.
El golpe de Estado es una interrupción en la vida institucional y debe ser condenado. Ahora bien, si a los militares les cargan el estigma de “genocidas”, justo es que también se lo endilguen a los peronistas.
Desde el Estado, el peronismo asesinó a un gobernador y a un vicegobernador, Miguel Ragone y Atilio López, respectivamente. También, secuestró y desapareció el 17 de junio de 1975 a Alejandro Almeida (integrante de la banda terrorista ERP-22 de Agosto). Sin embargo, su madre, Tati Almeida, no denuncia al partido político que mató a su hijo, sino al gobierno que tomó el poder nueve meses después.
En los medios se repite hasta el cansancio que fue la dictadura más sangrienta de nuestra historia, pero se omite impúdicamente decir que fue precedida por la democracia más sangrienta de nuestra historia.
Tampoco se dice que los que abrieron las puertas del infierno son aquellos a los que, en las escuelas y en los medios de comunicación, se los presenta como perseguidos por defender la democracia.
Con contadas excepciones, todo el arco político, la prensa, la Iglesia, los sindicatos, los empresarios y la ciudadanía en general apoyó el golpe de Estado. Ello, por supuesto, no lo justifica; mas dice mucho de ese momento histórico.
Por cierto, un detalle no menor es que el “genocida” Antonio Bussi ganó, en 1995, las elecciones a gobernador en Tucumán. Increíblemente, ese pueblo, al que “aterrorizó” como gobernador de facto, lo votó masivamente.
El doctor Raúl Alfonsín, hombre honrado y demócrata cabal, no es el “padre de la democracia”. Ni él, ni la CGT, ni los justicialistas expulsaron a los militares del poder. Estos últimos lo entregaron mansamente a los políticos.
Si, esos “genocidas inhumanos, siervos del imperialismo”, sin que medie presión alguna, apagaron la luz, entregaron las llaves y se fueron.
Si hubieran querido, se habrían quedado la misma cantidad de tiempo que los “angelitos” Fidel Castro, Joseph Stalin, o Mao Tsé Tung (entre los tres se cargaron a 100 millones de “enemigos del pueblo”).
El 24 de marzo se recuerda como el día de la Memoria, la Verdad y la Justicia. Así nos va…
* Centro de Estudios Salta