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Provincia de Buenos Ayres, ¿Pueblo o pueblos?

La provincia de Buenos Ayres sobresale en el escenario argentino por una serie de características distintivas que la separan del resto del país.

Buenos Ayres, ¿Pueblo o pueblos?

Desde su posición como epicentro político y económico hasta su histórico papel durante el S.XIX, pasando por su densa población y su compleja diversidad étnica y cultural, Buenos Ayres ha sido un crisol de influencias y tensiones a lo largo de su historia. Estos elementos, de alguna manera, contribuyeron a que haya mantenido una “singularidad” dentro del contexto de la identidad nacional.

Buenos Ayres, ¿Pueblo o pueblos?

Esta singularidad nos plantea un interrogante fundamental: ¿Buenos Ayres es un pueblo unificado o una amalgama de identidades diversas? Mientras que las históricas provincias argentinas suelen identificarse con claridad en torno a caudillos federales y símbolos provinciales, la identidad bonaerense parece esquivar estas categorías tradicionales, desafiando las nociones convencionales de cohesión social y pertenencia comunitaria.

La ausencia de una identidad propia se refleja en la falta de un sentimiento de comunidad compartida entre los vecinos del conjunto de sus municipios. Sus habitantes se identifican principalmente con su ciudad o barrios específicos, en lugar de identificarse como bonaerenses. Esta fragmentación identitaria plantea interrogantes sobre el tejido social de Buenos Ayres y su capacidad para fomentar un sentido de pertenencia colectiva.

¿Cómo es posible que una provincia tan extensa y densamente poblada haya generado esta brecha identitaria y sin un sentimiento de unidad entre su pueblo…o pueblos?

Una posible explicación radica en la oleada migratoria masiva que, no sólo enriqueció la diversidad étnica y cultural de la provincia, sino que también sembró tensiones y divisiones dentro de la comunidad bonaerense, divisiones que perduran hasta el día de hoy, obstaculizando los esfuerzos por forjar una identidad provincial propia.

Otro factor relevante es la naturaleza urbana y cosmopolita de Buenos Ayres, que explica la dilución de las identidades provinciales en favor de identidades más locales o incluso transnacionales. La ciudad del Buen Ayre, en particular, ejerce una influencia cultural dominante sobre el área del Gran Buenos Ayres, lo que eclipsa las identidades urbanas como las que conforman el Conurbano, y contribuye a la sensación de desapego hacia una identidad bonaerense unificada.

También podemos dar como respuesta a la carencia de una “identidad bonaerense” que algún sector quiere evitar que esa identidad, como sucedió en los “trece ranchos” fundacionales de la República Argentina, se hiciese a imagen de un caudillo federal como Manuel Dorrego o Juan Manuel de Rosas, que sus ideas federales pudieran afectar la concepción centralista que tiene la provincia desde la época de Bartolomé Mitre.

Un dato curioso, desde la fundación de la ciudad de La Plata, se han sucedido 93 gobernadores en 143 años. Solo 44 surgieron por elecciones democráticas, entre Dardo Rocha y Axel Kicillof, 15 nacieron en tierra bonaerense, 4 lo hicieron fuera de la provincia y los demás en la Capital Federal. Del conjunto de gobernadores, solo uno nació en la ciudad de La Plata, Anselmo Marini (1963-1966).

¿Qué implica tener una identidad propia?

Significa establecer patrones de cultura política y comportamientos morales distintivos. Significa forjar un pacto de convivencia entre los bonaerenses basado en el orgullo de habitar una provincia que ha sido cuna de líderes como Yrigoyen, Perón, Evita, Dorrego y Rosas, así como también del icónico personaje literario Martín Fierro. También significa reconocer y abordar las desigualdades sociales, geográficas y educativas que persisten en la provincia.

En definitiva, la falta de una identidad provincial cohesiva en Buenos Ayres plantea desafíos significativos para la constitución de una comunidad más justa y solidaria en la provincia. Para abordar esta cuestión, es crucial fomentar un diálogo abierto y constructivo sobre quiénes somos y explorar formas de promover un sentido de comunidad compartida entre todos los bonaerenses. Solo entonces Buenos Ayres podrá dejar de ser una “rareza” identitaria y encontrar su lugar dentro del rico tapiz de la identidad nacional argentina.

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