El Último Primer Día (UPD) se ha convertido en un rito inamovible para los estudiantes argentinos que cursan el último año de secundaria.
Por Laura Gómez
Lo que comenzó como una celebración espontánea hace más de una década hoy es un fenómeno cultural que no solo persiste, sino que se expande, multiplicándose en nuevos “últimos días” que abarcan desde el secundario hasta la primaria y los jardines de infantes. ¿Cómo actúan las autoridades escolares frente a esta tendencia? ¿Qué implicancias tiene para el sistema educativo? En esta nota, exploramos el alcance del Último Primer Día y sus derivados, un desafío que pone a prueba la gestión escolar y la responsabilidad parental.El origen y la evolución del Último Primer Día
El Último Primer Día marca el inicio del ciclo lectivo para los alumnos de sexto año de secundaria. La noche previa, los estudiantes se reúnen —ya sea en una casa particular o en espacios públicos como plazas y parques cercanos a sus escuelas— para pasar la madrugada despiertos, acompañados de música a todo volumen, alcohol y un clima festivo. Al amanecer, llegan al colegio con banderas, bombos y cánticos, en muchos casos en un estado que dificulta su participación en clases. Este ritual, lejos de ser una excepción, se ha integrado a la cotidianidad del calendario escolar.
Sin embargo, el UPD no está solo. Según un informe reciente de la Asociación de Institutos de Enseñanza Privados de la Argentina (AIEPA), este festejo abrió la puerta a otros eventos similares: el Último Día de Sexto (UDS), la Última Semana Santa (USS) y las Últimas Vacaciones de Invierno (UVI) son algunos ejemplos de una lista que no para de crecer. “Todo empezó con el UPD, pero luego se sumaron celebraciones al regreso del receso invernal y al cierre del ciclo lectivo”, explica Patricia Salvucci, directora del nivel secundario del Colegio Internacional del Sol de Bahía Blanca. “Para los directivos, es un caos. Organizar el inicio del año se vuelve una odisea, porque no solo afecta a sexto, sino a todos los cursos”.
Un año festivo que eclipsa el aprendizaje
El último año de secundaria, que debería ser un momento clave para consolidar conocimientos antes de la universidad o el mundo laboral, se ha transformado en un calendario cargado de eventos. Además del Último Primer Día, los estudiantes dedican tiempo y energía a elegir buzos y remeras de egresados, organizar el viaje de fin de curso, celebrar el Día del Estudiante y, en algunos casos, participar en despedidas entre quinto y sexto año. “El tiempo de estudio se reduce drásticamente. Sexto parece un año de festejos más que de aprendizaje”, advierte Martín Zurita, secretario ejecutivo de AIEPA.
El problema se agrava cuando los excesos escapan al control de los adultos. En muchos casos, los padres no solo toleran estas celebraciones, sino que las incentivan, sin establecer límites claros. “Hay familias que avalan el consumo de alcohol sin supervisión, y eso es un riesgo enorme para los chicos”, señala Zurita. Frente a esto, las escuelas han intensificado sus esfuerzos para involucrar a las familias y concientizarlas sobre las consecuencias de estos rituales mal gestionados.
Estrategias escolares: de la prohibición a la mitigación
Ante la consolidación del Último Primer Día como un hecho inescapable, las autoridades educativas han cambiado de enfoque. “Ya no se trata de evitarlo, sino de reducir los daños”, explica el informe de AIEPA. A nivel provincial y municipal, se emiten circulares que reconocen la existencia del UPD y sugieren prácticas para minimizar riesgos, como coordinar la llegada de los estudiantes con sus padres o preparar desayunos en las escuelas para recibirlos tras la madrugada de festejos.
Sofía Baraglioli, directora de la secundaria San Nicolás, detalla cómo han adaptado su institución: “En nuestro colegio, el UPD y el último día de clases con la presentación de las camperas de egresados son ineludibles. Nosotros los acompañamos, pero involucramos a los padres para que todo sea más ordenado y seguro”. Otras estrategias incluyen mantener comunicación con servicios de emergencia médica y diseñar actividades que integren a los estudiantes al inicio del día escolar, evitando que el festejo derive en descontrol.
El fenómeno se extiende: “últimos días” en primaria y jardines
Lo que antes era exclusivo de los egresados de secundaria ahora trasciende niveles educativos. En primarias y jardines de infantes, los “últimos días” comienzan a tomar forma, aunque con dinámicas menos extremas. En sexto grado y sala de 5, los chicos son protagonistas de festejos que, en muchos casos, son impulsados por los propios padres más que por los alumnos. Antes del primer día de clases, algunas escuelas reciben a los niños con celebraciones organizadas por las familias, llenas de espuma, papelitos, cohetes y redoblantes.
“Es una tendencia que sorprende. En primaria y jardín no hay consumo de alcohol ni trasnoches, pero sí un ánimo festivo que empieza a replicar el espíritu del UPD”, comenta Salvucci. Este fenómeno plantea nuevas preguntas: ¿hasta dónde llegará la proliferación de estos rituales? ¿Cómo impactarán en la cultura escolar a largo plazo?
Un desafío para el sistema educativo
El Último Primer Día y sus derivados no son solo una moda pasajera; reflejan una transformación en la forma en que los estudiantes y sus familias perciben el fin de las etapas educativas. Para las escuelas, el reto es doble: garantizar la seguridad de los chicos y preservar el foco en el aprendizaje en un contexto donde lo festivo parece imponerse. “Es una pérdida de tiempo enorme para los directivos, pero también una oportunidad para trabajar con las familias y enseñar responsabilidad”, reflexiona Baraglioli.
A medida que los “últimos días” se multiplican, el sistema educativo argentino se encuentra en una encrucijada. Mitigar riesgos y adaptar dinámicas son pasos necesarios, pero el verdadero cambio, coinciden los expertos, dependerá de un esfuerzo conjunto entre escuelas, padres y estudiantes para que el festejo no opaque el propósito esencial de la educación.
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