Llego el frío y las bajas temperaturas pueden ocasionar cambios en nuestra rutina diaria, con cambios en la alimentación.
Por Lic. Leila Grynwald
Se fue el gran calor, la pileta y las largas noches de verano, pero… ¿estamos dentro del grupo de personas a los que también se nos empiezan a ir ciertos hábitos o prácticas que pueden ser muy buenas para nuestra salud?Es más común de lo que creemos, estos pueden ser algunos ejemplos de lo que la sensación de frío puede ocasionar en esta época…
– Comenzamos a comer menos verduras crudas. Las famosas ensaladas frescas empiezan a desaparecer en muchas casas cuando llega el frío, al privarnos de esto también estamos perdiendo oportunidad para incorporar otro tipo de fibra, vitaminas y minerales.
– Nos movemos menos. Es normal que el frío colabore con tener más ganas de quedarnos en casa, pero el cuerpo no entiende de clima. La actividad física todo el año mejora la salud de los huesos, disminuye los valores de colesterol y triglicéridos, ayuda a normalizar los valores de presión arterial, colabora con nuestra salud mental y previene el riesgo de padecer enfermedades.
– Tomamos menos agua. Exponernos a altas temperaturas hace que el cuerpo nos pida más agua, por lo que es bastante común que, en esta época, nos hidratemos menos. Por otro lado, disminuir el movimiento y desconectarnos un poco con nuestro cuerpo también colabora con que nuestro consumo de este importantísimo nutriente disminuya en esta época del año.
– Abandonamos un poco las frutas. Si bien las frutas también pueden consumirse cocidas o incorporadas en preparaciones como panqueques, tortas y budines, el no consumirlas crudas hace que nos perdamos de un gran mundo de nutrientes.
Si bien estas prácticas pueden no ser benéficas para nuestra salud, hay que entenderlas como una realidad que podemos cambiar. Si somos conscientes de esto encontraremos de a poco esos hábitos que se nos van de las manos… te ofrecemos algunas recomendaciones, para transformarlas en propuestas y pequeños desafíos para esta época invernal:
– Una buena opción para poder incorporar más vegetales crudos es mezclarlos con aquellos cocidos, combinando texturas y temperaturas. Por ejemplo, una gran ensalada de hojas verdes con calabaza y remolacha cocida.
– Hay que hacernos amigos de las botellitas de agua. Tener tu propia guía para medir tu consumo de líquido es una muy buena estrategia y recordatorio de esta importantísima práctica.
– No hay que dejar de movernos, lo ideal sería abrigarse y seguir haciendo la actividad que veníamos practicando para que el hábito continúe, pero si es muy difícil dependiendo de tu situación, buscar alguna opción dentro de tu hogar puede ser una gran ayuda.
– ¡A abrigarse y comer frutas! Tener frutas frescas cerca tuyo, en la mesa de la cocina o incluso ya cortadas en tu heladera es una gran estrategia para recordarnos que la fruta tiene que estar en todos nuestros días. Por otro lado, hay que aprovechar aquellas que son de estación para obtener los beneficios de un alimento mucho más sabroso, nutritivo y también económico. Necesitamos alrededor de tres frutas al día, proponete al menos una sin cocer, fresca y simple.
– Crear hermosos y nutritivos platos calentitos como guisos, sopas y salteados en los que predominen las verduras, legumbres y cereales integrales.
– No te centres en el peso. Nuestra salud es mucho más que un número, poné foco en alimentos llenos de nutrientes, movimiento y descanso.
Este invierno proponete objetivos concretos enfocados en la salud y el bienestar y no solo en el control de peso. Que las bajas temperaturas no sean una excusa para dejar de enfocarnos. Bienvenido frio… y como digo siempre ¡No te tenemos miedo!